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miércoles, 3 de agosto de 2016

"Sus hijos vivirán diez años menos que ustedes"




Hace 6 años, en medio de una magnífica charla TED que pronunció en Long Beach (California), el cocinero Jamie Oliver se dirigió a la audiencia, preguntó cuántos de los presentes eran padres y les espetó: "Sus hijos vivirán diez años menos que ustedes, por la alimentación que les hemos dado". Continuaba: "Pasamos la vida paranoicos por los homicidios, asesinatos... ". Y mostrando la tabla que podéis ver a continuación remataba "Cada uno de esos en rojo, está relacionado con la alimentación"


En España las cosas no son muy diferentes. Trabajo en una Unidad de Ictus. Cada mañana llego al Hospital y el médico de guardia me cuenta qué pacientes ingresaron durante la guardia. Hace 15 años era absolutamente excepcional ver a una persona de menos de 55 años con un ictus. Hoy es rara la semana que no ingresa uno o varios pacientes con esta enfermedad de entre 40 y 50 años, pacientes que en una proporción nada despreciable morirán o quedarán severamente discapacitados. 

Hace unos meses en la revista Lancet se publicaban dos trabajos sobre la epidemiología del ictus, que comentábamos aquí. Los resultados globales no eran malos, la mortalidad global por ictus bajaba, pero había un dato inquietante:
Una gran proporción de la carga de ictus es generada por individuos de menos de 75 años. Esta población genera más del 62% de los nuevos ictus, 69.8% de la prevalencia de ictus, 45.4% de las muertes y 71·7% de los los años de vida ajustados por discapacidad. Estos datos son peores en los países pobres. El 25% del incremento de incidencia de ictus se debe a pacientes de 20-64 años.
Y, bien mirado, los datos inquietantes afloran por doquier. En una información reciente leída en el diario El Comercio, apuntaban lo siguiente:
Asturias es la comunidad autónoma con mayor tasa de obesidad, un 25,7 por ciento, cuatro puntos por encima de la media nacional, según un estudio elaborado por la Sociedad Española de Cardiología (SEC). Este informe apunta que el 39,3 por ciento de la población española de entre 25 y 64 años padece sobrepeso y un 21,6 por ciento es obesa.
La mayoría de los investigadores y dietistas-nutricionistas coinciden hoy día en afirmar que esta epidemia de obesidad tiene su origen en una dieta inapropiada, y más concretamente en un consumo masivo de azúcar desde la más tierna infancia. El consumo excesivo de azúcar y la obesidad secundaria aumentan el riesgo de algunos tipos de cáncer, de síndrome metabólico y de diabetes tipo II, lo que de rebote desemboca en la enfermedad vascular (cardiaca, cerebral y periférica) y en la dolorosa colonización de las Unidades de Ictus por los demasiado-jovenes-para-estar-aquí. 

Existen datos recientes que sugieren que un niño en edad escolar ingiere alrededor de 22 kg de azúcar al año, lo que viene a equivaler al peso de un niño de cinco años, el triple del máximo recomendado. La mayoría no es azúcar añadido, sino contenido en los alimentos que les damos a nuestros hijos. Así, una barrita de chocolate contiene el equivalente a 6 terrones de azúcar y una lata de Coca Cola en torno a 9 terrones. Vayan sumando. Si esto les inquieta un poco les recomiendo que se descarguen la aplicación para el móvil Sugar Smart (sí, también existe para iPhone), que permite calcular la cantidad de azúcar que contiene cada alimento.



En el excelente blog Gominolas de Petróleo nos cuentan que, "en España el consumo anual de azúcar está en torno a 1.260.000 toneladas, lo que supone un consumo de 29,7 kg por habitante y año, es decir, más del triple de lo que sería recomendable(otras fuentes indican una cantidad aún mayor, concretamente de 40,6 kg por habitante y año). De esa enorme cantidad, el 24% se destina a consumo directo (el azúcar que añadimos al café, a los bizcochos que cocinamos, etc.), mientras que el 76% restante va destinado a un uso industrial, es decir, está presente en la formulación de diferentes alimentos, constituyendo lo que se conoce como "azúcar añadido". El azúcar añadido que se consume en España se encuentra principalmente en refrescos (23,0%); yogures, leches fermentadas y postres lácteos (22,3%); pastelería, bollería y galletas (16,9%); zumos y néctares de frutas (11,9%) y chocolates y alimentos a base de chocolate (11,4%) (Nota: estos datos son anteriores a 2013, año en el que entró en vigor una normativa que prohíbe añadir azúcar a los zumos de frutas)".

En algunos países existen campañas en marcha que reclaman un impuesto para las bebidas azucaradas (y de hecho en el Reino Unido existe un proyecto de ley, fuertemente contestado por las empresas productoras de refrescos), pero no podemos sustraernos a la obligación de emplear el recurso más efectivo: la educación. Vean el vídeo:




Ahora bien, la educación tiene un poderoso enemigo: la publicidad de las grandes corporaciones, que se cuela por todas las rendijas, con mensajes mucho más atractivos que las siempre alarmistas recomendaciones de padres y maestros. Y esto no lo dice el rojo sectario que podría ser yo, sino la Secretaria General de la ONU, Margaret Chan:


En un intento de conciliar los intereses de todos (!), un reciente artículo de la revista Lancet Diabetes & Endocrinology propone llevar a cabo un progresiva reducción a lo largo de cinco años del contenido de azúcar de los refrescos y sustituirlo por edulcorantes. Los autores realizan una proyección estadística del efecto potencial de esta acción sobre la salud poblacional. Tomando como base la población del Reino Unido estimaron el efecto de disminuir la cantidad de azúcar en un 40% (reducción de un 8% anual). Con esa medida calculan que se podrían evitar 500.000 casos de sobrepeso y un millón de casos de obesidad, solo en ese país. Si esta medida se mantuviera durante dos décadas, prevendría, además, cerca de 300.000 casos de diabetes tipo 2, de nuevo únicamente en UK. 

Sí, ya sé que los números asustan y se olvidan con la misma facilidad. Si ya los han olvidado miren a sus hijos y piensen en la desgraciada vida a la que les puede condenar el cariño mal entendido de los tiempos dulces, la permisividad excesiva. Piensen en discapacidad, en miembros amputados y en muerte prematura. Y actúen. Hoy por hoy, sólo cabe por mi parte una recomendación, que justifica perfectamente el nutricionista Julio Basulto en este texto: No beban Coca Cola (bueno, no sólo Coca Cola). Y sobre todo, no se la den a sus hijos. 


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